Tres consejos de Fulton Sheen para perfeccionar tus horas santas y adoraciones

A mediados del siglo XX, en la China comunista, se hizo famoso el relato del arresto de un sacerdote y la posterior profanación por los revolucionarios de las 32 formas consagradas, que esparcieron por el suelo. Una niña observó lo sucedido y decidió acudir, cada noche, a escondidas e inclinar su lengua para recibir a Jesús en comunión seguido de una hora de adoración, lo que repetiría hasta que no quedasen más hostias profanadas. Pero la última noche, tras culminar su desagravio, fue descubierta y brutalmente asesinada por uno de los guardias

Aquel episodio de reparación y martirio sería años más tarde recordado por el obispo Fulton Sheen, mencionando a la pequeña como su principal inspiración a la hora de pronunciar uno de sus votos más conocidos, extensible hasta la muerte: cada día de su vida pasaría al menos una hora de adoración eucarística, lo que recomendó a los sacerdotes, religiosos y laicos con los que trataba.

El teólogo y escritor Joseph Tuttle ha recogido en el portal Word on Fire algunos de los consejos de Sheen que pueden ayudar a mejorar la presencia y devoción de los fieles durante las horas santas y adoraciones:

A.- Naturalidad

En su obra The Priest Is Not His Own, Sheen cuestionó la "rigidez" de algunos métodos y libros de meditación que llegan a recomendar una "mecánica división" de la oración hasta partes, como  son "la acción de gracias, la oración de petición, la de adoración y la de reparación". En opinión de Sheen, este es un método "innecesariamente artificial" que impide una "conversación orgánica y que fluye".

Por ello, frente a sistemas o métodos de oración, el venerable recomienda acudir a la Hora Santa como si se fuese a "una conversación con un amigo", que "no se divide en temas rígidos", sino que "fluye y es personal". "El corazón de cada uno debe constituir el contenido de la oración", agrega. 

B.- Lectio divina

Sheen aconseja siempre llevar consigo la Sagrada Escritura. Explica que un buen formato comienza por leer las Escrituras "hasta que venga un pensamiento". Entonces es el momento de cerrar el libro y dejar que fluya la oración al respecto. "Pero no hables tú todo el tiempo. Escucha también. Aprendamos a hablar escuchando y crezcamos en el amor de Dios escuchando", agrega.

Estrechamente relacionado a la lectura de las Escrituras se encuentra la lectio divina, que Benedicto XVI explica detalladamente en Verbum Domini. Los pasos de la misma, por orden cronológico, son:
  • Lectio. Se comienza con la lectura del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos.
  • Meditatio. La pregunta fundamental aquí es ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Aquí, cada uno personalmente o comunitariamente, debe dejarse interpelar y examinar, pues no se trata ya de considerar palabras pronunciadas en el pasado, sino en el presente.
  • Oratio. La pregunta a responder es: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su Palabra? La oración como petición, intercesión, agradecimiento y alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia.
  • Contemplatio. En esta última fase, aceptamos, como don de Dios, su propia mirada al juzgar la realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide el Señor?
  • Actio. Movimiento del creyente para ofrecer su vida como don a los demás en la caridad.
     

C.- A ser posible, de rodillas

En sus escritos, Sheen se pregunta en torno a las diversas posturas posibles durante la oración, pudiendo estar de pie, sentado o de rodillas. Señala que cuando nuestro Señor hizo la "primera Hora Santa" en Getsemaní, las fuentes recogen que "se postró en oración".  En base a este ejemplo, Sheen indica que siempre que se pueda "lo mejor es arrodillarse durante la Hora Santa, porque indica humildad, sigue el ejemplo de Nuestro Señor en el Huerto, hace expiación por nuestras faltas y pecados y es un gesto de cortesía ante el Rey de reyes".

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