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Mostrando entradas de octubre, 2023

Milagro eucarístico de Moraleja de Enmedio

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En la festividad de la Virgen del Carmen que se celebró en 1936 en la iglesia de Moraleja de Enmedio, situada a unos 30 km al suroeste de Madrid, el párroco, Clemente Díaz Arévalo, consagró, dio de comulgar y reservó las formas sobrantes en el sagrario. Al día siguiente, y el propio 18 por la mañana -ya oficialmente comenzado el Alzamiento Nacional-, los fieles que acudieron a misa recibieron a Cristo de ese copón. El día en el que comenzó la guerra civil española, el alcalde se presentó en la iglesia, exigió la llave y clausuró el templo. El pueblo había quedado bajo control del Frente Popular y muy pronto fue tomado por milicianos. El día 21, una mujer solicitó al párroco que dijese un funeral por un familiar. Don Clemente pidió permiso al alcalde y tras la misa, en previsión de las profanaciones que ya estaban sucediendo en toda la España republicana, puso las formas sobrantes en un coponcito y se lo metió en el bolsillo de la sotana antes de devolver la llave. D. Clemente se llevó

Milagros Eucarísticos del P. Manuel Traval y Roset

Este libro es una recopilación de 10 relatos breves sobre milagros eucarísticos desde el siglo primero de nuestra era hasta el siglo XX. Cada relato es tomado de una fuente documental. Es ideal para niños, para fomentar en ellos la devoción eucarística. Gran aliado para la meditación durante la adoración eucarística y para todo aquél que quiera crecer en amor a Jesús en el Santo Sacramento. Incluye un epílogo de oraciones a Jesús Sacramentado. Los milagros son maravillas que realiza Dios con su omnipotencia, excediendo -no rompiendo- las leyes de la naturaleza. De modo tal que nuestra Fe se afirme ante la contemplación de lo sobrenatural, anticipo del Cielo. Para sostener la Fe de los débiles hizo Nuestro Señor Jesucristo sus milagros y dio a sus apóstoles y discípulos la potestad de hacerlos en su nombre. Y los milagros se han sucedido a lo largo de toda la historia de la redención. Por eso es necesaria la Fe, o al menos una disposición a la Fe para recibir la gracia de

El reclinatorio

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El analfabeto que no sabe leer, no puede leer porque no sabe. En cambio, el analfabeto que sabiendo leer y teniendo libros, no lee, es peor, porque no quiere dejar de serlo. Cuando entras en una casa, de las que todavía tienen una biblia en la biblioteca, por lo menos sabes que ahí, hay una esperanza. Si la coges y encima está sobada y mugrienta, es señal de que la palabra es leída, meditada, que alimenta con frecuencia a esa familia. Una biblia nuevecita sería señal de que se compró o se regaló por compromiso, pero que les sirvió tanto como no habérsela regalado, es decir, nada. Hoy, en la capilla de Adoración Eucarística Perpetua de Catarroja, he tomado esta foto del reclinatorio que está delante del Santísimo. Un reclinatorio gastado, con huellas de haberse arrodillado tanto que ni siquiera puede el relleno recuperarse en las zonas más usadas. Hasta el forro está cuarteado y en la zona donde se suelen colocar las rodillas, roto. Y bien grandes los cortes. Un reclinatorio que de