El reclinatorio

El analfabeto que no sabe leer, no puede leer porque no sabe. En cambio, el analfabeto que sabiendo leer y teniendo libros, no lee, es peor, porque no quiere dejar de serlo.

Cuando entras en una casa, de las que todavía tienen una biblia en la biblioteca, por lo menos sabes que ahí, hay una esperanza. Si la coges y encima está sobada y mugrienta, es señal de que la palabra es leída, meditada, que alimenta con frecuencia a esa familia. Una biblia nuevecita sería señal de que se compró o se regaló por compromiso, pero que les sirvió tanto como no habérsela regalado, es decir, nada.

Hoy, en la capilla de Adoración Eucarística Perpetua de Catarroja, he tomado esta foto del reclinatorio que está delante del Santísimo. Un reclinatorio gastado, con huellas de haberse arrodillado tanto que ni siquiera puede el relleno recuperarse en las zonas más usadas. Hasta el forro está cuarteado y en la zona donde se suelen colocar las rodillas, roto. Y bien grandes los cortes.

Un reclinatorio que delata las miles de horas que los adoradores han permanecido delante del Señor; reconociendo su presencia real allí, en la sagrada Hostia; adorando, esperando, amándote; intercediendo por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman. 

Un reclinatorio que casi debería llamarse un reparatorio, por las heridas de los adoradores que ha reparado, por la cantidad de vendas que ha puesto en las heridas de tantos por los que se ha intercedido; por los actos de reparación que se han depositado en este altar de cuatro patas.

Un reclinatorio que invita a estar bien cerca del Señor, que invita a ponerse junto a los pies del Señor, como María, su madre y como la hermana de Marta, en Betania.

Un reclinatorio que invita, pero no obliga; un reclinatorio que es como esa cama de hospital a la que venimos tantos enfermos del riñón a hacernos la diálisis semanal porque se nos llena el cuerpo de residuos que no pueden eliminar nuestros riñones espirituales; un reclinatorio que está delante de un ramo que nos recuerda la belleza de tu creación, el amor que tienes a este mundo por el que has dado tu vida.

En definitiva, un reclinatorio por el que dar gracias a Dios, no sólo por ser vehículo, sino porque demuestra que la comunidad de adoradores está viva, que es una comunidad que late al ritmo de tu corazón, que intercede, reza, se conmueve y mueve el mundo como otros Cristos.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Maranatha

Solemne procesión eucarística y adoración en el VI aniversario de la capilla de la AEPC

Eucaristía solemne en el VI aniversario de la capilla de la AEPC