El Milagro Eucarístico de Alcalá de Henares

En el mes de mayo del año 1597 llegó un forastero a la iglesia de los jesuitas, hoy de Santa María. Le atendió el Padre Juan Juárez, al cual le comunicó que había robado en una iglesia sus vasos sagrados con las sagradas Hostias. Arrepentido, le entregó las veinticuatro Formas envueltas en un paño.
El Padre Juárez informó de este hecho a su Superior, P. Gabriel Vázquez, el cual, por conocer que por este método habían sido envenenados otros sacerdotes en Segovia, Murcia y otros lugares, decidió no consumir esas Hostias, sino guardarlas.
Las pusieron en una cajita de plata con la siguiente nota; "Léase esta nota y hágase lo que se dice. Una vez descompuestas háganse desaparecer en el fuego o en el agua".
Pasados once años, las sagradas Hostias permanecían frescas, por lo que, en 1608, el Provincial de
los jesuitas, P. Luis de Palma, ordenó que fueran colocadas junto a otras veinticuatro formas sin
consagrar en un subterráneo húmedo con el fin de acelerar su descomposición.
Transcurridos unos meses, se comprobó que estas últimas se habían estropeado mientras que las otras se mantenían en buen estado.
Seis años después el P. La Palma hizo que fueran examinadas por el Doctor García Carrero, Catedrático y Médico de Su Majestad, el cual, tras un pormenorizado estudio, declaró que aquel fenómeno no se debía a causas naturales. La Universidad de Alcalá admitió las pruebas aportadas por el Doctor.
El 16 de julio de 1619 el Rector, Francisco Robledillo, se dirigió al Vicario general de Alcalá de Henares, Cámara y Murga, para solicitarle que declarase público el milagro, lo que se realizó en pública procesión por las calles de Alcalá.
Cuando Carlos III expulsó de España a los jesuitas, las sagradas Formas fueron llevadas a la iglesia Magistral. En 1936 las turbas incendiaron dicha iglesia, entre otras. Previamente tres sacerdotes habían ocultado la Custodia en que se conservaban las Hostias. Pero estos sacerdotes fueron asesinados por las hordas marxistas, por lo que no pudieron revelar dónde las habían escondido.
Hoy no se sabe dónde están, si es que todavía se conservan
Así lo explica el biógrafo de Alcalá de Henares, Don Anselmo Raymundo Tornero.

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