“Eclesia de Eucharistia” San Juan Pablo II

Carta del sumo pontifice Juan Pablo II a los Obispos, a los Presbítero y Diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos.
Habla de la relación de la eurcaristía en relación con la Iglesia. Un carta en la que aparecen numerosas referencias a la adoración eucarística y su importancia en el fortalecimiento de la vida eclesial. Creo que debe de ser la aportación más clara de S. Juan Pablo II en este campo.
Os dejamos unas palabras de la introducción, la carta entera está disponible en nuestro blog para todo el que se la quiera descargar, recomendamos su lectura y reflexión.
La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia.
Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: « He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza. Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es « fuente y cima de toda la vida cristiana»:
  1. « La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo ».
  2. Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor. Con la presente Carta encíclica, deseo suscitar este « asombro » eucarístico, en continuidad con la herencia jubilar que he querido dejar a la Iglesia con la Carta apostólica Novo Millennio Ineunte y con su coronamiento mariano Rosarium Virginis Mariae.
Contemplar el rostro de Cristo, y contemplarlo con María, es el «programa» que he indicado a la Iglesia en el alba del tercer milenio, invitándola a remar mar adentro en las aguas de la historia con el entusiasmo de la nueva evangelización.

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