Milagro eucarístico de Legnica

En la Navidad de 2013, al P. Andrzej Ziombra, párroco de la iglesia de San Jacinto en Legnica (Polonia), se le cayó al suelo la hostia consagrada durante la distribución de la Santa Comunión. Esta hostia fue colocada en agua. Luego de 10 días se descubrió que había una mancha roja en ella.

Por este motivo, el obispo solicitó una investigación científica y se descubrió que, primero que nada, los científicos no lograban explicar el motivo de la mancha roja.

Mons. Stefan Cichy, entonces Obispo de Legnica, creó una comisión para supervisar la hostia. En febrero de 2014, un pequeño fragmento fue colocado sobre un corporal y pasó por varias pruebas. El comunicado médico final del Departamento de Medicina Forense encontró que “en la imagen histopatológica, se encontró que los fragmentos contienen partes fragmentadas del músculo estriado transversal. Es más similar al músculo del corazón”. Las pruebas también determinaron que el tejido era de origen humano, y hallaron que presentaba señales de sufrimiento.

Dos años después, el 17 de abril de 2016, el siguiente Obispo de Legnica, Mons. Zbigniew Kiernikowski, aprobó la veneración de la hostia sangrante que “tiene las características distintivas de un milagro eucarístico”.

De acuerdo a las recomendaciones del Vaticano, que mediante la Congregación para la Doctrina de la Fe dio su aprobación, el Obispo pidió al P. Ziombra “preparar un lugar adecuado para las Reliquias, de tal forma que los fieles puedan venerarlas”.

El P. Ziombra ha reunido diversas historias de personas que han llegado a la parroquia desde distintas partes del mundo y que han experimentado “conversiones inesperadas en sus vidas”.

Incluso personas hostiles a la fe han “cambiado radicalmente su vida, su actitud hacia Dios y se ha convertido en creyentes muy apasionados”, agregó.

El sacerdote polaco destacó que “en la hostia consagrada haya sido encontrado un corazón moribundo, que subraya sin duda el carácter del sacrificio de Jesús”.

“El hecho que el Señor Jesús haya dado su vida por cada uno de nosotros, por mí, es decir, que tuvo que ver con su pasión cruel, su sufrimiento, que a su vez me llama, como católico, a hacer mi vida un sacrificio, en forma que mi sacerdocio sea de verdad incorporado a este sacrificio con total dedicación; de modo que la vida de toda familia católica sea incorporada en este sacrificio”, dijo el P. Ziombra.


 

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